Hoy vengo a hablaros de una lectura que me ha parecido fascinante a la par que estresante.
Como sabréis por el título, me refiero a Los últimos días de Nueva París, del escritor británico China Miéville y publicada recientemente por el sello editorial Nova. Se trata de una novela corta ambientada en un mundo paralelo al nuestro donde ha estallado una bomba (llamada bomba S) que ha desatado el caos surrealista en la ciudad de París, llamada Nueva París desde ese momento. La novela juega con dos líneas temporales: el año 1941, antes de la explosión de la bomba S y el año 1950, varios años después de este hecho. Como se puede intuir al leer la sinopsis, la invasión nazi tiene un protagonismo importante en esta obra, sobre todo en la línea temporal de 1950, donde luchan encarnizadamente contra la resistencia para mantener el control de Nueva París, utilizando todas posibilidades a su alcance (y aquí no puedo decir más).
En las partes ambientadas en 1941, vamos viendo cómo se desarrollan los acontecimientos que desembocan en la explosión que desata el caos en París. Estas partes eran las que me permitían descansar del agotamiento cerebral que me producían las partes ambientadas en 1950, donde el caos surrealista se ha apoderado de Nueva París y en la que vamos a encontrarnos con gran cantidad de arte surrealista que toma vida (literalmente, porque pinturas, poemas, esculturas y otras formas de arte aparecen como entidades vivas denominadas manif). Digo agotamiento cerebral porque Miéville va presentando, sin descanso, figuras surrealistas de artistas reales como Ithell Colquhoun, Elisa Breton, Picasso, Dalí y otros muchos más que van apareciendo a lo largo de la historia. Si después de leer lo anterior estáis confusos no os preocupéis, yo también lo estaba al principio (o puede que lo siga estando). Además, también va recorriendo y nombrando lugares de este París surrealista que, si no los conoces en la vida real, te puede hacer sentirte un poco perdido.
Voy a pasar a hablar del personaje principal de la novela, Thibaut, un revolucionario surrealista perteneciente a los Main à Plume, una publicación colectiva que existió realmente y que mantuvo activo el movimiento surrealista durante la ocupación nazi. En el libro es también una fuerza de la resistencia surrealista (como veréis, aquí todo es surrealista, aunque espero que mi reseña no). No puedo hablar más de este grupo sin entrar en detalles que destriparían el libro, así que solo os diré que Thibaut es un personaje que sirve para contar la historia, pero que no aporta mucho más. Para mí, lo importante de esta novela es el despliegue visual que nos ofrece Miéville. En realidad, no puedo decir que sea una historia compleja, sino que la complejidad viene dada por las otras razones que he comentado anteriormente, aunque me hubiera gustado que hubiera desarrollado más ciertos acontecimientos que quedan muy desdibujados, opacados por la maravilla de Miéville.
—«Nos negamos a escapar de la poesía por la realidad» —dijo—. «Pero nos negamos a escapar de la realidad por la poesía.» —Los hombres y mujeres lo miraron con desconcierto—. «Nadie debería decir que nuestras acciones son superfluas» —recitó Thibaut—. «Si lo hacen, diremos que lo superfluo presupone lo necesario.»
Otro personaje que aparece algo más adelante es Sam, una fotógrafa estadounidense que está en la ciudad para documentar los hechos ocurridos. Tras su aparición, la historia empieza a avanzar finalmente y es entonces cuando vamos descubriendo los misterios que se nos han ido proponiendo desde el principio de la novela.
Por último, el otro personaje «importante» de la novela es Jack Parsons, que aparece en la línea temporal de 1941 y que tendrá mucho que ver con los acontecimientos que se desarrollarán en el futuro. Aparecen más personajes secundarios, pero ni los protagonistas ni los secundarios me han parecido especialmente remarcables. Para mí, este es el punto flojo de esta novela y espero que mejore en los otros libros del autor.
Pasando a la historia en sí, como he dicho al principio, me ha parecido fascinante por la gran imaginación que desborda la escritura de Miéville y por cómo es capaz de evocar las figuras surrealistas que van apareciendo a lo largo de libro y, sin embargo, la lectura se me ha hecho algo estresante y, en ocasiones, confusa por la complejidad que supone al lector (bajo mi punto de vista) que no esté familiarizado con el movimiento surrealista y la gran cantidad de conceptos y obras de este movimiento que aparecen a lo largo de texto. Por suerte para nosotros, hay un glosario de notas al final del libro que va detallando los manif y su procedencia. A pesar de lo que me ha costado inicialmente introducirme en el mundo que propone el autor, no se me ha atragantado en ningún momento, aunque es cierto que he tenido que leer con mucha calma y, bastantes veces, releer ciertas partes que no había asimilado bien.
Y en su despertar, su estela demacrada es sustituida por ese rigor estocástico, ese sueño soñado a sí mismo, los edificios que vio con afectada perfección vuelven a ser menos perfectos.
También quería felicitar a la traductora, Silvia Schettin, por la complejidad que ha debido suponer la traducción de este libro y que, a pesar de algunos fallos relativos a la corrección, me ha parecido muy buena (sin haber leído el original en inglés).
Con todo lo dicho anteriormente, no es una lectura fácil si no estás familiarizado con el movimiento surrealista, ni la aconsejaría a todo el mundo de primeras. Tampoco creo que sea el mejor libro para comenzar a leer a Miéville, aunque sí ha sido mi primera lectura de este autor. Aun así, estoy deseando leer más cosas de él y el primer libro de la trilogía Bas-Lag, La estación de la calle Perdido, ya está en mi estantería a la espera de que me ponga manos a la obra.
Nos vemos en próximas entradas y comentadme que os ha parecido el libro si lo habéis leído o, en caso contrario, si tenéis ganas de hacerlo.
4 comentarios
Hola :) Solo he leído la genial Embassytown y hace relativamente poco, pero Miéville ya se not que es un escritor más que peculiar. Le tengo muchas más ganas a esta que a Bass-Lag, pero ambas caéran. Un abrazo^^
ResponderEliminarMuchas gracias por pasarte :) Desde luego Miéville es un escritor peculiar, la manera que tiene de contar las cosas no es la que te sueles encontrar en la ciencia ficción, la fantasía o cualquier otro género y es lo que más llama la atención. Sobre el libro, he de decir que yo empecé con este porque no quería meterme con un libro muy largo de primeras y quizá no fue la mejor opción. Aunque yo sí estoy deseando leer La estación de la calle Perdido, que espero que me guste más que esta y que caerá pronto seguro. Un saludo :D
EliminarDalí es mi pintor favorito por lo que este libro parece fascinante sin duda.Me lo apunto para leerlo cuando esté tranquila porque por lo que has dado a entender es denso.
ResponderEliminarGran reseña. Felicidades!
Muchas gracias :). Si te lo lees, ya me contarás que te parece.
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