Dos cosas que he descubierto hace poco son que tengo un problema con las historias de fantasmas y que en la sección infantil de la biblioteca de mi barrio tienen un catálogo especial sobre todos los libros fantasmagóricos que puedes encontrar.
Como podéis imaginar, esto no le ha hecho ningún favor al intento que hice por organizar mi lista de lecturas pendientes. Me encontré con Constable & Toop (que ya me había recomendado mi compi-miserable Desi) y las solapas me vendieron el libro en medio segundo:
Constable & Toop parece de primeras una historia más sencilla de lo que luego resulta ser. Empieza lento, pero mostrando el mundo en el que se va a desarrollar la historia con mucho cuidado y detalle. Aunque las tres líneas principales de la trama sólo se unen en el último momento, el ritmo pausado y el salto entre tramas no resulta frustrante. Queda más bien una sensación de descubrimiento, como si te estuvieras paseando por los callejones de una ciudad hasta llegar al centro.
La ambientación es lo que más me ha gustado del libro. Si os gusta el ambiente tétrico del Londres victoriano, este libro tiene todo lo que puedas pedir: paisajes neblinosos, casas encantadas llenas de oscuridad, lluvia y marchas fúnebres. Si lo lees en el metro y luego sales a pleno sol te quedas un poco confuso, porque es muy la sensación de inmersión está muy lograda.
Se nota que el autor buscaba las raíces de las penny dreadful y la historia no se queda corta en mostrar detalles macabros. Aparecen fantasmas que han sufrido todo tipo de muertes horribles y las descripciones son muy visuales, muchas con un punto de humor que lo vuelve todavía más interesante. Según vas leyendo es inevitable que te vengan a la mente Sweeney Todd o Jack el Destripador, son cosas con las que juega el libro, las influencias que aprovecha y que añaden a la ambientación el toque perfecto entre lo siniestro y la comedia macabra.
El libro tiene muchísimos puntos de vista, casi ningún personaje secundario se queda sin el suyo. A mí me gusta mucho este recurso, aunque supongo que puede llegar a molestar un poco si prefieres una historia más lineal. Creo que está bien empleado porque da una sensación muy global, como si fuera la propia ciudad encantada la que nos está contando la historia.
Se nos presenta un elenco de personajes enorme y muy variado, tanto vivos como muertos. De entre los personajes principales, los que más destacan son el fantasma Lapsewood (con una evolución que, aunque previsible, es muy gratificante de seguir), Sam (que despierta mucha ternura) y Clara (que aporta un punto más divertido que los otros dos).
Los personajes secundarios son igual de interesantes. La mayoría son fantasmas, y de verdad que es un gusto ir descubriéndolos a todos porque son un cuadro peculiar. Mención especial para Tanner (el fantasma de un niño pobre), para Jack, el tío de Sam (aquí las referencias a Jack el Destripador son cualquier cosa menos sutiles) y a un cura que va por Londres practicando exorcismos que es de las cosas más más malrolleras que te vas a encontrar.
A medida que avanza la historia, se van tocando temas más profundos. Me ha sorprendido mucho encontrarme estas cosas, especialmente porque (gracias a los dioses) el libro no roza en ningún momento el tono adoctrinante, simplemente propone cuestiones (sobre moralidad, sobre toma decisiones y aceptar las consecuencias, sobre la culpa y sobre cómo tratamos a los demás) y plantea algunas soluciones sin intentar meterte la moralina por el gaznate, cosa que por desgracia pasa mucho en libros dirigidos al público infantil y juvenil.
No todo es perfecto. Como muchos otros, este libro cae en un tópico que me pone de los nervios, el tema de las madres. Por un lado, la madre de Clara es insoportable. No se intenta, en ningún momento, ponerla en una posición en la que sea posible empatizar con ella, se la pinta como una histérica y lo único que hace es quejarse y prohibirle cosas a su hija, mientras que el padre de Clara es el típico tío guay, en fin.
La madre de Sam murió al darle a luz, lo cual puede que fuera común en la época y lo que quieras, pero es el cliché más cliché del reino de los clichés y, encima, la habilidad de ver a los muertos de Sam viene de esto. Insisto, Cliché Supremo, dejemos de hacerlo.
Aunque Clara es un buen personaje con el que es muy fácil encariñarse (y que además tiene un momento muy tierno de una cosa en peligro de extinción en los libros llamada “amistad entre mujeres” con la fantasma de Emily), también es cierto que es la única chica en esta historia que ni está pintada como una idiota, ni acaba muerta y desapareciendo, lo cual estoy dispuesta a pasar por alto a la hora de valorar el libro porque el resto me ha gustado muchísimo, pero preferiría no encontrarme con estas cosas nunca más en la vida.
En definitiva, es una lectura que he disfrutado mucho y que si hubiera leído con trece años me hubiera obsesionado durante meses (como lo he leído con 23, sólo me obsesionaré durante un par de semanas). Te la recomiendo especialmente si de pequeño querías tener la mansión encantada de Casper, si te gustan las pelis de Tim Burton o si vives frustrado porque quieres leer terror pero los libros de miedo para adultos te asustan demasiado.
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